Floriano Martins y la estrategia en el útero del caos
Martín Palacio Gamboa
Floriano
Martins lleva a cabo una travesía escrituraria cuya dirección
desviante rechaza cualquier intento que pretenda negar la
incondicional capacidad transformadora del sueño y lo fortuito,
esa
nuestra estrategia en el útero del caos
Lo que ya implica una acepción del barroquismo y el trazo
abriente de lo visionario, eso que permite al poema convertirse
en una figura hermética y blindada al presenciarse un movimiento
ascensional de desprendimiento de toda exterioridad alusiva,
donde la desintegración del yo autoral en su propio torbellino
gráfico no supone un fin, sino su posterior integración en el
macrotexto como idealidad trascendente. Eso quiere decir que la
unidad inmanente se hunde en su propia disolución para
asimilarse luego en el horizonte de la totalidad como índice
trascendental; no se la niega del todo, pero se afirma una
unidad distinta superior ya que si,
aunque vagas nociones del absurdo,
nuestras metáforas están impregnadas de vértigo,
también es cierto que
el mundo está salvado por esas terribles contradicciones.
Esta experiencia unificante del sujeto no se verifica en la
realidad inmediata sino en el poema, donde recobra nueva
actualidad; en otros términos, el texto se instala como una zona
habitable y prodigiosa donde el individuo pierde su centro para
integrarse en lo mirífico. Dicho texto, por su misma
acentricidad, termina asemejándose a Dios, el cual puede
compararse a una figura circular cuyo centro está en todas
partes y su circunferencia en ninguna, y la escritura esconde
vehementemente su centro. De allí que, en su ininterrumpido
movimiento significante, la palabra persiga el infinito, el fin
de lo perecedero, alcanzar el espectáculo de lo absoluto y
contener una forma de lo divino en los subterfugios de la página.
Por su registro de pulsión alucinatoria lindante con lo
esotérico y lo deslumbrante, la poética de Floriano Martins hace
visible la conexión de lo infinito en lo finito y el
desdoblamiento de lo objetivo en lo subjetivo, estableciéndose
el discurso como torrencial idiomático fundado en la
simultaneidad, en el desfile constante de iconos desfigurados
por su misma inestabilidad:
(…) Sólo es posible arrancar aliento
de la existencia. La muerte no comprende
la voz del vacío, no puede desfigurar su
rostro. El horror ha perdido todos los dones,
los encantos de su propia pasión. La suavidad
es la más profunda quemadura. Es el enigma
del gran incendio que alimenta la historia
de nuestra caída. Es la lengua sobre el fuego,
las canciones de cenizas con peces derramados.
Por lo imaginario (que es traducción de lo visionario), la
escritura penetra en la realidad de las cosas -y en su cerco de
imágenes- mucho más profundamente que si estuviera fundada en
ideologemas y silogismos; inaugura una instancia figural
inhabitada cuyo registro retórico promueve una serie semántica
dispersiva, cumpliéndose así una de las prerrogativas del
surrealismo en la que lo real y lo maravilloso dejan de ser un
mero juego de oposiciones.
Para Floriano Martins, ese modo de comunicar lo incomunicable
transita un conjunto de itinerarios aporéticos que cierto estado
místico subyacente a este corpus de textos impone al discurso
lírico. El poema se realiza como una impostura: presenta una
gnoseología no fácilmente clasificable que escapa a cualquier
tipo de verbalización -el lenguaje es un equilibrio de
asombros
- que pretenda
asediarlo asertiva y uniformemente; impostura que se vale del
poder diversificador de la metáfora y de la cadena de
dificultades que ésta inaugura para consolidar los parámetros
definidores de la poética. Para proseguir con la atención puesta
en la constitución del relato de la poesía como conocimiento,
vale recordar la observación de Foed Castro Chamma respecto a
que “la Filosofía tiene su delineación en la Poesía como
corolario de la Verdad y la Belleza, ambas entrelazadas al
espíritu creador, lo cual encuentra extensión en los actos. La
Verdad es un desafío desvirtuado muchas veces por la imaginación
al reducir lo real a lo meramente simbólico. En el entronque de
la imaginación y de la razón ocurre la captura de lo que subyace
al margen de lo real y se ofrece como revelación al
Conocimiento. Conjugada a la razón, la imaginación atiende al
ejercicio del espíritu creador cuya escalada va desde el
conflicto de la representación a la lectura, la interpretación y
la elaboración de la obra de arte, la cual es crítica en la
identificación concomitante de los grados de la realidad y el
encuentro del individuo consigo mismo”.
En definitiva, se ratifica una ganancia insoslayable: la
onticidad subjetiva del conocimiento poético, y con ella, la
incorporación a un nuevo estatuto de la noción de verdad ante la
posibilidad de prolongar los poderes divinos, o sea, la creación
de mundos, de cosmogonías con leyes propias, cuyo sostén es la
devaluación de cualquier gesto mimético, en aras de ganar
solidez para el ser de lo poético. De allí la pertinencia con
que Maria Zambrano afirmaba el hecho de que “no es camino la
imitación (...) [porque por ella] se multiplica la decadencia,
se patentiza el no-ser, se precipita la muerte sin estar maduro
para ella. Copiar los rasgos de lo fenoménico sin inyectarle
otras porciones de sí mismo ya recreadas no produce un
ahondamiento en su ser, sino un estancamiento en lo epidérmico.
Es necesario, entonces, recuperar la transposición del umbral de
significados insuficientes, incompletos, otorgados a las cosas
para convertirlos en sentidos plenos, pues el universo está allí
delante, intacto casi todavía para nuestro conocimiento con su
dura sustancia, hecha de claves y reservados jeroglíficos”.
O como diría Martins:
(…) Lo que pasa
con la poesía es que debe el poeta conocer, como
recuerda José Ángel Valente, la sumaria ley del círculo;
es el ejercicio de penetración e intervención en el recinto
desconocido o cerrado -laberíntico- aún del mundo aprovechándose
del poder traslaticio que obra el lenguaje sobre la realidad,
ese metal candente que
parece tener una aversión natural a la representación.
NOTAS
Nossa estratégia de permanência no útero do caos
(“Carvões de Eduardo”, de Cinzas do sol).
Nossas metáforas estão impregnadas de vertigens,
mesmo que vagas noções do absurdo
(Colunas
circulares, 13, de Tumultúmulos).
O mundo constantemente é salvo por essas terríveis
contradições.
(idem).
(...) Somente é possível arrancar alento/ da
existência. A morte não compreende/ a voz do vazio, não
pode desfigurar seu/ rosto. Perdeu o horror todos os
dons,/ os encantos de sua própria paixão. A suavidade/ é
a mais profunda queimadura. É o enigma/ do grande
incêndio que alimenta a história/ de nosso declínio. A
língua sobre o fogo,/ canções de cinzas com peixes
derramados.
(Os
miseráveis tormentos da linguagem e as seduções do
inferno nos instantes trágicos do amor de Barbus & Lozna,
9,
de Alma em chamas).
Castro Chamma, Foed. “Livro Primeiro: vitalidade da
arte”.
Véase Agulha, número 21/22, correspondiente a los meses
de febrero y marzo de 2002.
www.revista.agulha.nom.br/ag21capa.htm
(traducción de Martín Palacio Gamboa).
(...) O que passa/ com a poesia é que deve o poeta
conhecer, como/ recorda José Ángel Valente, a sumária
lei do círculo.
(Os
miseráveis tormentos da linguagem e as seduções do
inferno nos instantes trágicos do amor de Barbus & Lozna,
40,
de Alma em chamas).
parece ter uma aversão natural à representação
(Cenas
apanhadas de um teatro impossível, 5, de
Teatro impossível).
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