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Àlex
Broch
Siempre he dicho y defendido que aquello que hace más sugestiva una obra literaria – cuando ya se llevan acumuladas muchas lecturas y conocimiento de mundos personales – es la diferencia. Es decir, la capacidad de crear una obra cuyos referentes nos abran mundos nuevos, inéditos o poco transitados. Cuando nos encontramos delante de un texto que reúne características como las que acabo de anunciar nos situamos delante de una operación de lectura que es más un descubrimiento que un reconocimiento. Como exploradores del sentido tenemos que adecuar nuestros ojos y nuestra percepción a otra mirada que nos lleva por parajes y por una geografía humana llena de misterios y silencios cuya iluminación da forma, cuerpo e imagen a un perfil desdibujado que vamos definiendo a medida que entramos en el enigma de su itinerario. Para mi El pájaro imperfecto de Josep-Ramon Bach es uno de estos libros que nos sitúa delante de la diferencia, delante de un mundo personal que ha trascendido la imagen fija de un entorno que conocemos palmo a palmo por haberlo recorrido en las más diversas direcciones siguiendo señales de un código definido con anterioridad. Josep-Ramon Bach coge la paleta del lenguaje y los pinceles finos de un acuarelista pulcro y mueve los hilos de la tramoya para crear un escenario donde los mundos de referencia están alejados del nuestro. Pero como espectadores no sólo descubrimos este nuevo escenario impregnado de todo aquello que para nosotros – a pesar de nuestra moderna fiebre viajera – aún continua siendo exótico por estar teñido de orientalismo y referencias chinas, persas, hindúes, árabes o africanas, sino que, además, descubrimos un registro expresivo que se eleva con palabras ligeras, tiernas y evanescentes, que vuelan como alas de pájaro, un tono poético que es la música primigenia de la oralidad y una sensibilidad que está impregnada de la transparencia aterciopelada de la seda, la música plañidera del santour o la fragancia resplandeciente de la luna del desierto. Pero tampoco nos dejemos engañar por los arabescos del marco. El trazo cromático de la acuarela está en función y al servicio de una sola cosa y un solo centro: el hombre, este pájaro imperfecto, porque la perfección y la pureza, el alma, sólo pertenece al pájaro – recordemos, es obligado, la paloma, el espíritu celestial dentro de la mitología cristiana, pero también la egipcia o la hindú. No entenderíamos bien El pájaro imperfecto si no advirtiéramos que todo el libro está lleno de una voluntad de traslación y transposición a la búsqueda de una sensibilidad diferente que nos lleva, con la potencia de una serena fuerza telúrica, a la búsqueda y conocimiento del otro; mejor, de la comprensión del otro conseguida con la descripción, a veces con perfil realista, otras con conceptualización metafórica, de su cotidianidad. Josep-Ramon Bach, pese al escenario que utiliza, no desfigura la voz, ni en la lengua que usa ni en el mundo que describe, que no es otro que el de las pasiones y pulsiones humanas. Es el hombre aquello que mueve al poeta y por eso baja a las raíces de los sentimientos, pensamientos, deseos, sueños, realidades y frustaciones siguiendo el itinerario de mil vidas diversas; la suma de todas ellas es la vida del hombre buscada más allá de las fronteras que conocemos, pero no por eso diferente de nosotros mismos. Así, el otro es el hombre concreto. Podríamos mencionar como observación posible que Josep-Ramon Bach, a pesar de la heterogeneidad, iguala todas estas culturas de la diferencia en una sola voz poética que circula con una misma mirada, tono y libertad por todas las geografías que el libro nos presenta. Pero probablemente lo hace porque, pese a las distintas particularidades, las cabezas engalanadas con penachos de colores diferentes viven una misma pasión y un mismo secreto que es el enigma humano, la vida que con el contraste luminoso de todos los espejos personales nos explica Kosambi, el narrador de El pájaro imperfecto. 2
Las ciento once prosas de El pájaro imperfecto son, como hemos dicho, instantáneas diversas del periplo humano. Se configuran, ellas mismas, de manera diferente. Tenemos desde cuentos mínimos de corte realista o fantástico con un argumento descrito, hasta pensamientos de aspecto existencial o filosófico, pasando por metáforas o frases que presentan una situación, actitud o intuición. Hay un nexo de unión que aparece de manera intermitente: Kosambi, el narrador de las historias. Kosambi es el hilo conductor, la voz narradora y poética. Después de haber hecho uso de su presencia y advertidos del recurso literario que representa, a menudo desaparece. Los textos nos llegan sin intermediario. Como prosas autónomas, sin vínculo. Pero Kosambi regresa y para recordarnos el carácter formal de historias narradas, a veces – no muchas –, se muestra rodeado de todos aquellos que lo escuchan, de los interlocutores a los cuales se dirigen las historias y que en alguna ocasión intervienen como voces sorprendidas o sentenciosas. Kosambi, por tanto, no está solo. De todos estos interlocutores en diversas prosas (41, 45, 59, 67, 75, 83, 97, 102, 104 y 107) uno toma nombre y relevancia; es Abdul, con lo cual la forma narrativo-poética se convierte en un diálogo entre los dos. En otras prosas, sin llegar a tener esta entidad, son otros los interlocutores que intervienen. Los personajes literarios de El pájaro imperfecto tienen nombre. Es un elemento importante del libro. Todos los nombres que pertenecen a las diversas culturas de referencia son reales, lo cual da verosimilitud a las narraciones. Si antes hemos dicho que el eje de reflexión del libro es la vida de la persona humana, ahora es preciso añadir que a menudo – sobre todo en la primera mitad – se plantea una trascendencia-identificación del hombre con el pájaro que se manifiesta como símbolo de perfección, como criatura superior que posee dones y gracias que el hombre busca y ambiciona. Por eso las relaciones hombre-pájaro son intensas y las metamorfosis queridas y deseadas. El análisis de los verbos empleados (el nacer pájaro, la voluntad de volar, el deseo de ser pájaro, de imitar su vuelo) construye esta radiografía de la identificación con el ser visto y sentido como superior. El pájaro se sitúa en el centro del altar más alto y da lugar a una confrontación y relación hombre-pájaro, es decir, imperfección-perfección, proyecto y plenitud. Pero, a la vez, el pájaro es también muchas otras cosas: mensajero, intermediario, depositario, receptor, donante, signo de fuerza, potencialidad y libertad, misterio y secreto. Hay, como es natural, pájaros diversos con características diferentes: la fuerza del águila, la desdicha del cuervo, la belleza del faisán, la pureza de la paloma, el misterio del waquiri azul, o el pájaro genérico que resume la diversidad. Está el poder oculto de las plumas que deslumbran por exóticas, que dan fuerza, que escriben maravillas. Está, también, el pájaro que viaja por el cielo de los dioses y hace de mensajero con el alma de los muertos, o nos trae noticias del más allá, o nos anuncia, esparciendo signos premonitorios, la transparencia finísima que separa lo real de lo irreal, el sueño de la realidad, la vida de la muerte. En definitiva, el imprevisible azar que configura el destino de los hombres. Josep-Ramon Bach, con El pájaro
imperfecto, construye una mitología personal con un mundo, un
espacio, una geografía, unos personajes, unos narradores, unos sentimientos,
unas reflexiones, unos misterios y una belleza. Y como en toda mitología,
también hay una relación carnal entre los dioses y los hombres,
cuyo fruto abre y anuncia una nueva esperanza. La prosa 24 es, simbólicamente,
el origen de todo, porque en los tiempos de Gundaunda un pájaro
de plumaje irisado y cresta roja inseminó a la hermosa Inari.
De esta unión nació un dios al que llamaron Palabra; y con
el don de la palabra, los poetas pueden llegar a escribir hoy libros que
tengan la delicadeza y el misterio de El pájaro imperfecto.
L'OCELL IMPERFECTE (diverses proses)
– Dons així, és home mort! – respongué un seguidor escèptic. – La puresa mai no s'equivoca – replicà
malhumorat el narrador. Suliman viu tan sols a la meòria dels homes
i a través d'ells, com ara, dóna fe de la incredulitat del
món.
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– La bellesa és el seu dolor. – Què dius? – respongué estranyat l'amic. – De cop m'he recordat de les fitònies – afegí. ¿Sabies que quan aquestes plantes treuen la flor, cal tallar-la de seguida? – Per què? – preguntà Abdul. – De conservar la seva bellesa, les
plantes moririen – aclarí. La flor no és altra cosa que el
lament del seu dolor.
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– Com les flors que viuen arran de camí – reblà Kosambi. – Com l'ocell que niua en un país
on mai no plou – acabà, feliçment, Abdul.
O PÁSSARO IMPERFEITO (prosas diversas)
– Assim, pois, é homem morto! – respondeu um cético seguidor. – A pureza nunca se equivoca – replicou
mal-humorado o narrador –, Suliman vive tão-somente na memória
dos homens e através deles, como agora, da fé da incredulidade
do mundo.
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– A beleza é sua dor. – Que dizes? – respondeu abismado o amigo. – De golpe, me lembrei das fitonias – acrescentou. Sabias que, quantas estas plantas dão a flor, há que cortá-la em seguida? – Por que? – perguntou Abdul. –Se conservarem sua beleza, as plantas
morrerão – aclarou. A flor não é mais do que o lamento
de sua dor.
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– Como as flores que vivem junto ao caminho – sublinhou Kosambi. – Como o pássaro que faz o ninho em um país onde nunca chove – acabou, felizmente, Abdul. |
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