1. La incandescente pregunta, por
Víctor SosaNatureza Morta, del poeta Floriano Martins nos remite,
desde su mismo título, a la creación de un mundo aparte, a la invención de un lugar que
es el único posible para el poeta: el lugar de la escritura. Entrar en este poemario es
aceptar las reglas del juego de la invención, de la creación y de la gestación de un
universo que tiene lugar en la ubicuidad del poema y su lectura -esa conjunción que hace
posible el sorpresivo encuentro con la poesía. Desde el comienzo, entonces, sabemos qué
territorio pisamos. El territorio de la creación poética, el territorio del fingimiento
-el poeta, ese fingidor, como quería Pessoa-, el lugar sin límites de la palabra
en estado de incandescencia. Palabra desvinculada de ese impositivo ejercicio que el
sentido común le ha otorgado: nombrar, dotar de sentido al mundo, jerarquizar y definir
fronteras entre esto y aquello, entre el afuera y el adentro, entre
lo permisible y lo interdicto que toda sociedad impone.
La palabra poética -palabra desvinculada de toda servidumbre-, desnombra el mundo,
trastoca y desarregla los sentidos (Rimbaud), desjerarquiza y desdibuja las rígidas y
artificiales fronteras entre esto y aquello, entre el adentro y el afuera,
entre lo permisible y lo prohibido. Palabra desbocada hacia el vértigo,
hacia la entrópica incertidumbre de lo real, hacia la puesta en duda, bajo sospecha,
de la tranquilizadora categoría de lo verdadero.
En ese territorio de incertidumbre sucede Natureza Morta. Lo que ahí sucede es
una proliferación de escritura en zigzag, de híbridas ramificaciones discursivas en
constante transmutación de sus sentidos. Veamos este punto más de cerca: Floriano logra
apropiarse de innumerables discursos, decursos y géneros escriturales; todo se va
articulando dentro de un ámbito narrativo ya que se trata de historias, pero de historias
fragmentadas, astilladas a veces, inconclusas o, más exactamente, carentes de desenlace,
de una resolución final, cuentística, diríamos. Si hay una apropiación de lo
narrativo, también tenemos una apropiación del género dramático, teatral, escénico.
Este recurso abre la escritura poética a un espacio virtual y, por tanto, a un tiempo, el
tiempo de la actuación, de la representación, de la "puesta en acto" (Lacan)
del poema. Se vive un drama de voces, y un desdoblamiento de esas voces en otras, un
tañido de ecos que recorren la escena y que se pierden en la atmosférica imantación
allí creada. Diálogos. Las sombras que Floriano Martins proyecta dentro de esta natureza,
dialogan entre sí, y dialogan, también, con el lector. Y dentro de esos inquietantes
diálogos marcados por el desasosiego, que indagan en las profundidades del ser -y que,
por momentos me remiten a la subjetiva y deslumbrante prosa poética de Lispector-, se
impone otro recurso estilístico de gran significación: la interrogante, la pregunta;
rítmica pregunta obsesiva, como un detonador que hace añicos la pasiva hecatombe de la
costumbre. La interrogación constante que atraviesa estas páginas está muy lejos de ser
un mero artificio retórico y, más bien, es la columna donde se vertebra lo medular del
discurso poético, lo que justifica todo el andamiaje formal y las múltiples
apropiaciones genéricas. La pregunta -la gran Pregunta de la poesía- es la que detiene
el tiempo lineal de la Historia y nos traslada a un tiempo mítico -que, por estar fuera
de la Historia, está siempre presente, es presente perpetuo y arquetipo-. Y
la Pregunta se interroga sobre la palabra y sobre el sentido: "Cómo resguardar a
palavra sem seu sentido, extraviar o corpo sem dor, a alma sem nela crer?"; se
interroga sobre el nombre: "Precisamos, sei, de um nome. Que seja o meu, o teu,
outro, mas que falem todos os filhos a mesma língua"; búsqueda de una lengua
común, que es también la búsqueda del origen perdido; búsqueda, por la poesía, de la
superación del castigo babélico y del alumbramiento de una ecuménica lengua anterior a
la Caída. Noble búsqueda imposible porque, el poeta lo sabe: "Os nomes nao dizem
nada. Tu verdadeiro nome para sempre está perdido". En efecto, la poesía es una
búsqueda de lo imposible y es, paradójicamente, la implícita conciencia de ese fracaso:
el nunca hallar lo buscado. Sin embargo, el hallazgo se encuentra en la búsqueda que es
el poema, en el incesante suceder de la escritura, en los sorpresivos encuentros y
en los inesperados vislumbres que sólo acaecen en la deriva de una escritura que se busca
a sí misma. Palabra: nombre: máscara. La máscara -esa persona- es a la vez el
símbolo de la representación y del ocultamiento, del artificio y de lo real detrás de
éste. Por eso nos dice el poeta: "Quantas máscaras recaem sobre mim?";
"Onde estás, máscara, Festa, és tu?". Sabemos que somos muchos, pero no
sabemos cuantos somos. Desde Whitman, desde Rimbaud, desde Freud, aceptamos la condición
plural de la existencia: "¿Me contradigo? Contengo multitudes", afirmaba el
poeta de Manhattan. Y Floriano pasa de la máscara al cuerpo, a la pregunta sobre el
cuerpo: "Quantos corpos teus desejo agora?"; "Quantas partes tuas
espalhadas por mil corpos?". El cuerpo imposible, el cuerpo del deseo;
cuerpo-metonimia incesante que, al igual que la poesía, se evade en el deseo de la
búsqueda: "Ou acaso o que me encanta é seu vazio?". El cuerpo -al igual que la
máscara- es el símbolo de la representación y del ocultamiento del ser, de ahí la
imposibilidad de aprehenderlo, de ahí su fugacidad y su vacío.
Si la interrogación es la constante medular de esta Natureza Morta, la mujer
-la Mujer-emblema-, o más correctamente las encarnaciones y apariciones femeninas en el
discurso poético, son las articulaciones sin las cuales este organismo poético no
podría caminar. Floriano Martins recurre a nombres propios: María, Magdalena, Marta,
Ruth, Raquel, Sara, mujeres bíblicas, mujeres míticas, mujeres que también nos
introducen en un tiempo perpetuo y circular, propio de la poesía. Todas las mujeres como
la Mujer, y viceversa: "com cuantas mulheres te deitarás, supondo que estarei em
cada uma delas?". María, arquetipo de pureza, pero también, en la escritura del
poeta, sinónimo de creación -al igual que Dios Padre-: "meu filho me foi doado pelo
esplendor de minha ilusao". Sólo a partir de un esplendor de esperanza se produce el
milagro; la creación es, antes que nada, la creación del deseo y el anhelo de una
concretud. Fusión de las antinomias: lo carnal y lo espiritual, Dios y el hombre, el
deseo y la realización, confluyen: "que no serás Deus encuanto nao fores
homem". Otra vez la dualidad y la duplicidad del ser siempre en juego pero abolida la
contradicción en la Unidad necesaria. De ahí la importancia de esas mujeres en la
escritura de Martins: no hay completud posible sin ellas, sin su invención, sin su
participación e intromisión en el lenguaje, en la lengua bífida del poema, y por otra
parte, ese complemento es inalcanzable, ilusorio, utópico, sólo dable en el reino de la
magia o del mito -del cual hemos sido expulsados hace tiempo.
Natureza Morta: paradójica definición de ese imposible llamado poesía
pero que Floriano Martins logra hacer realidad en el milagro -en el deseo del milagro- de
una palabra tan desbocada como intensa; incandescencia que pregunta y pregunta que, en su
respuesta, quema.