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Floriano Martins

<florianomartins@rapix.com.br>

 

Vária 2

Crédito da foto: Susana Wald (México, 2004)

 

Peles de tantas mulheres
[sobre Estudos de Pele, de Floriano Martins]

Valdir Rocha

Floriano Martins acaba de lançar Estudos de Pele (Editora Lamparina, Rio de Janeiro, 2004).

O título do livro, dizendo Estudos, engana quem lê-lhe só a capa. Não se trata de livro de ensaios; embora contenha incursões dissertativas que poderiam ser tomadas como tais, esta faceta não lhe dá a tônica.

Não é também um volume de prosa tipicamente ficcional, ainda que aqui e ali se encontrem elementos do gênero.

Não é só e propriamente um livro de poesia, mesmo que pleno dela. "O poema, Floriano, terás que escrever um."

Também não é uma peça de teatro, mesmo que carregado de dramas, tragédias e espetáculo.

Nem é livro religioso, ainda que presente a piedade (ao lado do terror) e mesmo tendo um sentido nessa direção. Tem oração? Tem. Por exemplo: "A morte esteja comigo, senhora dos versos".

Se não é isto ou aquilo, como classificar Estudos de Pele, então? Pois que alguma coisa há de ser e é.

Melhor dizendo, Estudos de Pele não é tão-só uma ou outra coisa. Seu texto contém versos que carregam poesia, versos típicos de prosa e até despidos da poesia corrente, prosa que leva poesia, prosa que é prosa mesmo, e por aí vai. Diz-se a certa altura, com razão, que "Não estou bem certo se o domínio de uma linguagem afiança uma poética." Reúne poemas e alguns não-poemas; jamais antipoemas. Ilude sempre. Sinceramente, é muito difícil indicar-lhe o gênero. E isso está longe de ser defeito porque é virtude. Diria – só para não omitir uma classificação – que está embebido de poesia. Cabe a quem recebe as confissões do texto "aprender a lidar com o imprevisto".

Não é um livro linear, com certeza absoluta. Instiga o tempo todo e vai provocando o leitor. Não a qualquer leitor, posto que não há escritura que alcance a façanha de envolver toda e qualquer pessoa alfabetizada. A leitura de Estudos de Pele envolverá tipo especial de leitor, qual seja, aquele que quer chegar ao fim do livro para recomeçar a lê-lo, para chegar ao final com novas descobertas e constatar que outras leituras se fazem necessárias, para, depois, perceber que entendeu menos com mais. Não está fechado; cada página é uma porta abertíssima.

Sua estrutura é fugidia, porém encontra a forma adequada a cada passagem. Com certeza, Floriano abusou e com isso fez grande bem à sua criatura. "Toda a criação está feita de equívocos, exageros, precárias aproximações da realidade, falsas suspeitas" diz uma das personagens, logo no início do livro, cujo texto não esconde nada. Pelo contrário: tudo é revelado, nenhuma senha é negada.

O livro volta-se a muitos assuntos: a criação, o nome ("Como não tens um nome? Pois te arrumo um já."), as metáforas, os sonhos, os enigmas, os significados, as confissões, o corpo ("Um corpo será sempre inacabado."), as máscaras, a memória do sempre ("A memória não faz outra coisa senão repetir-se."), a loucura ("Haverá mesmo uma?") – tudo pelas vozes de personagens femininas, plenamente femininas ("temos que aprender a ter mil vidas a um só tempo"), que divagam, refletem, dissertam até, oram e perguntam.

A atmosfera – o palco – é de sombras, de fuga, rastros, ruínas e abismos. O espaço é fugidio: "Onde estás nunca serás. (...) Não estás senão no que negas."

Estudos de Pele resulta de "encomenda" ("Ainda não estimo de todo o que me encomendaram, mas o fato é que não houve caridade alguma na escritura deste livro."). Saiu melhor do que o pedido. Preciso reler para saber menos.

São Paulo, setembro de 2004.

 

Floriano Martins: una aguja en la red del mestizaje
(entrevista)


José Ángel Leyva

Hasta hace unos tres años, Floriano Martins era una referencia de Agulha (Aguja) revista de internet a la que numerosos colegas aludían por la insistente presencia en sus correos electrónicos, y quizás también por la conexión inevitable y misteriosa con Banda Hispánica, otro proyecto ambicioso que da información sobre los escritores iberoamericanos. Todo desde Brasil. Digo que Floriano era, porque ya no lo es, sospechoso de pertenecer a la maligna especie de virus cibernéticos que nos desconfiguran las máquinas o borran la memoria de las computadoras. Floriano sigue corriendo por la red, preguntando y respondiendo con la rapidez impresionante de un programa diseñado para la investigación y el rastreo de información sobre la poesía escrita en español y portugués. Floriano ya no es, al menos para quienes lo conocemos, un virus de computadora, sino un infatigable promotor de la poesía desde el barrio de Aldeota, Fortaleza, donde reside para dispararse incesante al mundo de los cibernautas.

Hace un par de años, en 2002, Floriano viajó a México con su paisano, el artista plástico Hélio Rohla y navegaron por los canales bucólicos y estridentes de Cuemanco y Xochimilco. Desde entonces no han cesado de colaborar en el mismo afán de crear mecanismos de intercambio y conocimiento de nuestros poetas y sus obras, de nuestras culturas y sus lenguas, de nuestros artistas plásticos. Floriano regresa, junto con Hélio Rohla, de nuevo a México para participar en la cuarta Feria del Libro en el Zócalo, "La Ciudad, un libro abierto", con el resto de la delegación de Fortaleza, estado de Ceará, Brasil, país invitado de honor del 8 al 17 de octubre, que habrá de compartir con Guadalajara ese gran barullo cultural en torno a la lectura. [JAL]

JAL - Autor de libros de poesía, de entrevistas literarias y de investigación sobre el surrealismo en América Latina, es ahora sometido a las preguntas. En esa perspectiva de la vanguardia pretérita, ¿qué significa novedad para Floriano?
         
FM - Una novedad es una cosecha, es decir, hay que plantarla. Pero también es una cosecha de espanto, pues lo que más me atrae de ella es su capacidad de sorprender. Para ello se requiere estar conectado al mundo con todos los sentidos, y entregarse a ese cambio de alto voltaje del espíritu que la vida nos enseña a vivir. Lo curioso es que los media, los que más se interesan en la novedad, están siempre amparados en lo establecido. Inclusive lo que allí se presenta como nuevo es siempre una dilución, desde el punto de vista estético, siempre un retroceso, una máscara, un fraude. Es evidente que navegar por internet permite el encuentro con innumerables formas de novedades. Pero saber navegar, siempre, saber navegar.

JAL - Reconoces en tu escritura poética el embeleso por el discurso surrealista en lo que a la estética se refiere. Muchos poetas influenciados por ese "ismo" han negado su participación e influencia, incluso el haber pisado alguna vez sus terrenos. Tú no sólo recorres dicho territorio sino que exploras su subsuelo en América Latina. ¿Puede decirse que insistes en cultivarlo? ¿Por qué?

FM - Por incontables motivos: las imágenes cortantes, vertiginosas, estimulantes; el carácter de lo escrito; su interés por los grandes abismos de la realidad; la percepción intensa de un sentido de negación; la incesante aventura exploratoria de los misterios que definen la existencia humana; el diálogo atrevido con los lugares comunes. Es evidente que la relación con el surrealismo no puede restringirse a pertenecer a un grupo. Yo ya viví una experiencia de grupo y fue algo desastrosa, porque hay rasgos de ortodoxia que se enredan en la práctica de las relaciones. Pero observemos cierta indeterminación, que se expresa con respecto a la afinidad de algunos poetas y artistas con el surrealismo, más ligada a un sentido de oportunismo que propiamente a un cuestionamiento adecuado. Lo que en muchos casos podría ser una crítica consistente con relación a las fallas eventuales -y sabemos que son innumerables-, acaba por transformarse en un juego descalificado de egos indomables. La percepción del surrealismo en el Continente Americano tomó un camino algo distinto, sobre todo considerando el hecho de que la estadía de los franceses (siempre capitaneados por Breton) en Estados Unidos y en México fue marcada por la formación de un ghetto, una especie de colonia europea, donde el francés era mantenido como lengua única. Una contradicción con la idea de Artaud al considerar al surrealismo como una "nueva especie de magia", o de esperanza -que acabó siendo frustrada- de César Moro, de que se tratase de una "cita de las tormentas portadoras del rayo y de la lluvia de fuego".

JAL - Entre una poesía del lenguaje y una poesía inquieta aún por el hecho mismo de la vida, más preocupada por conmover, tocar al lector, es que advierto se mueve tu poesía. Quiero decir que no es experimental hasta sus últimas consecuencias, no pretende el balbuceo, el juego fonético o la segmentación semántica, sino que se desliza por una lógica más o menos incluyente. ¿Qué opinaría un surrealista de ello?

FM - Muchos surrealistas decían -aún lo dicen- que la poesía está en otro lugar. Pero, ¿cuál sería este otro lugar? Cuántas veces el estado de verdad inmediata, defendido por Tristan Tzara, fue más allá de las obras circunstanciales a que se refería Breton? El primer lector que un poeta debe arriesgarse a tocar es él mismo. Es impresionante la cantidad de poetas que andan por la vida sin dejarse tocar por la poesía. A pesar del surrealismo la poesía continúa siendo percibida apenas como un juego de palabras. Para mí, lo experimental no disocia instrumento y sensación. Cuando digo que lo que nos impresiona se imprime en nuestro espíritu, no es sólo un artilugio del lenguaje. Es necesario que haya una verdad en esto. En caso contrario, la conmoción se torna panfleto, regla. El instrumento es un recurso. Entendemos bien cuando el asunto es un piano. ¡Ah!, si se tratara de música. Pero cuando el verbo está en cuestión. es mi vida la que supera el escrito y nunca lo contrario, por más que yo tenga pleno dominio del lenguaje.

JAL - Has dicho que Brasil sólo mira a Brasil, asombrado quizá por su propio gigantismo geográfico o quizá confuso por su enorme y bello mestizaje. Tú mismo eres una muestra de que hay búsquedas para tocar y ser tocado en y por el exterior. ¿Excepción o regla?

FM - En buena hora esta mención al mestizaje. En rigor siempre cargamos con la mirada de los obcecados por la pureza, los temerosos de todo tipo de mezcla, racistas que buscan eliminar la fusión, el encuentro, el encantamiento que solamente se sumerge en lo que otro propicia, y lo hacen por incompetencia, por apego a una condición mezquina que nada tiene que ver con el argumento de la defensa de una cultura. Lo más fuerte de la cultura brasileña está en su mixtura, lo que acaba por atropellar a muchos a quienes simplemente falta aliento para comprender un mundo en pleno torbellino de experiencias inagotables. No tenemos problema de arritmia. Lo que tenemos es un exceso, de ritmos y dioses, cuya mezcla es intempestuosa y a veces aturdidora. Somos una tierra plena de desbordamiento. La idea de un gigantismo tiene una doble connotación: por un lado nos ciega en relación con las afinidades culturales evidentes y por otro lado despierta cierta envidia en lo tocante a lo que nos es aparentemente superior. No es que veamos eso para nosotros mismos. Todo lo contrario: somos ciegos de todo, inclusive de nosotros mismos. Todo lo que era más visceral y sofisticado en las imágenes poéticas de autores como Celso Luiz Paulini, Claudio Willer, Rodrigo de Haro y, sobre todo, Roberto Piva -poetas identificados como de la generación de los sesenta, por ejemplo-, no fue percibido por la crítica, y esto se dio porque esa poesía rompía con cierto patrón de formalismo, sobre todo considerando entonces el paso de estafeta de la Generación del '45 hacia el Concretismo. Entonces no es nuestro mestizaje lo que suscita una confusión, sino la línea dura del positivismo que hemos entrañado en nosotros.

JAL - Además de poeta, traductor, ensayista y editor electrónico eres un fuerte crítico de la poesía en tu país, el cual, hay que reconocerlo, posee una rica tradición poética ¿Qué rescatas de esa herencia?

FM - La idea de una tradición implica una transmisión, un reconocimiento. En este sentido, no se puede hablar de tradición lírica en Brasil, excepto si pensamos en la gran línea parnasiana que define toda nuestra trayectoria poética. Tenemos que pensar bien en esto. El formalismo ornamental y edulcorado, ¿sería entonces nuestra tradición? En las últimas décadas tuvimos unos rapaces que acuchillaban la sintaxis, pugnaban por la incomprensión, simpatizantes de la ruptura a toda costa, inclusive a costa del entendimiento de la propia literatura. Aún están por ahí algunos de esos rapaces. No, no poseemos una rica tradición poética. Lo que pasa es que en algunos casos la poesía brasileña es mejor conocida en el exterior que en casa. Tenemos una tradición otra, un río subterráneo que ha sido groseramente despreciado. Tal vez los mexicanos recuerden aún a José Santiago Naud (1935), cuyo libro Piedra azteca tiene únicamente una edición mexicana (Papeles Privados, 1985). Lo mismo Jorge de Lima, para muchos la mayor expresión poética del país, es un nombre de poca circulación. Al contrario, abundan las valoraciones a poetas nítidamente de segunda línea, como Mário y Oswald de Andrade. La mejor herencia por ser rescatada no es aquella que se detiene en nombres, sino en el carácter que la determina. La cultura brasileña está muy peligrosamente contaminada -lo que se acentúa más y más en estos días- por un sentido muy particular de descomposición. No se trata apenas de esa avalancha de corrupción que los media anuncian a cada instante. Se trata de una depravación del sentido ulterior, nos estamos deshaciendo por falta de creer más en nosotros mismos. Estamos recogiendo ahora el fruto de toda una historia de falta de atención para lo que verdaderamente somos. Hacer la defensa ahora de una identidad cultural -desechando toda la instancia retrógrada que envuelva el tema- es de un cinismo, de un oportunismo descarado, asunto de gente que no quiere sino seguir descarnando el cadáver de esta cultura. Hasta el último instante, sin drama o carnaval, cuando entonces se muden todos a otro paraíso fiscal.

JAL -¿Cómo se conforma desde tu punto de vista la República de las Letras (de la poesía) en Brasil?

FM - Toda casta intelectual se organiza siempre en el sentido de cooptación con el poder. Tal concubinato hace de nuestra República de las Letras una joven señora muy dedicada a los placeres de la carne, reticente a considerar la existencia del espíritu. La ausencia de una tradición crítica -y me refiero no a la crítica de circunstancias, sino a aquella área de la percepción interesada en evidenciar eventuales equívocos de un texto, proponiéndose iluminar sus zonas oscuras, sin una determinación judicial que venga a eliminar la obra en cuestión por discordia estilística o cualquier otra enfermedad existencial-; pues bien, esa ausencia, ya clásica entre nosotros los brasileños, contribuye a la persistencia pasmada de los mismos errores, en muchos casos los más primarios.

JAL - Sin ánimo de competencia y de comparación, pero tomando en cuenta tu trabajo editorial y tu larga experiencia como entrevistador, ¿cómo percibes el desarrollo de la poesía en tu país con respecto al resto de Iberoamérica (incluyendo a Portugal y a España)?

FM - Sería irresponsable la comparación. Una cosa es una selección de grandes poetas -y esto se puede hacer en España, en Portugal, en Brasil y en América Hispánica (no olvidar que allí la aventura tendría que caminar por diecinueve países, con sus magníficas peculiaridades). Es bien probable que los nombres sean desconocidos también en su restringida área de actuación. Aunque de generaciones distintas, no creo que gocen del reconocimiento internacional que merecen, poetas como José Ángel Valente (España), Luís Miguel Nava (Portugal), Roberto Piva (Brasil) y Ludwig Zeller (Chile). Otra cosa es reconocer que esa resplandeciente minoría pueda llegar a constituir una competencia. Una característica que marca el espíritu de los poetas brasileños, en líneas generales, es el provincianismo, y digo esto en el sentido de que juegan mucho con las apariencias -del escrito y del carácter, puesto que separan una cosa de otra. Esto hace que se conviertan en rehenes de una compulsiva novedad, que muden de ropa (el lenguaje, ¡ah, ese garfio y daga del lenguaje!), al sabor del convite que reciben para el evento en turno. Hay otros que no, sí, hay otros que no. Ahora recuerdo que antes de que iniciáramos nuestra conversación yo había decidido no citar nombres. Esto causa una confusión pavorosa, porque somos propensos a identificarnos con los personajes equivocados. Imagine si digo aquí un nombre, por ejemplo Hilda Hilst (uff!, ésta por suerte ya murió), y ella misma, sí, ella misma, no entiende que esa afirmación mía es una manera de preocuparme por algo que me es afín. Basta de citar nombres. Todos son los brillantes poetas que se imaginan ser.

JAL - Por último, ¿estás convencido de que el proyecto Agulha, además de poner en contacto a los escritores de América Latina y el mundo, pueda ser un factor de calidad y avance en nuestras letras, digamos, una aguja sobre el globo de la complacencia y la endogamia?

FM - No tengo duda alguna en cuanto a esto. Una lectura conjunta de los editoriales de Agulha apunta en este sentido, confirmando la pauta abarcadora que hemos propiciado en cuatro años de actuación. Es cierto que tenemos un número de lectores que debe ser considerado. Con todo, pertenecemos a un mundo virtual, con sus rechazos de parte de una realidad impresa que aún no percibió que se hiere a sí misma al refutarnos. Es evidente que lo que internet propicia, posee en sí la misma carga de ambigüedad de cualquier otro instrumento (soporte). Siempre será posible salvar o segar una vida con la misma arma.  

 

Uma conversa com Floriano Martins

Álvaro Alves de Faria

AAF - Meu caro Floriano Martins: faço a você a primeira mesma pergunta que fiz ao Claudio Willer: o que representa este Estudos de Pele na sua obra?

FM – Gosto do que diz sobre este meu livro o artista plástico Valdir Rocha, atento ao fato de que o mesmo “contém versos que carregam poesia, versos típicos de prosa e até despidos da poesia corrente, prosa que leva poesia, prosa que é prosa mesmo, e por aí vai. Diz-se a certa altura, com razão, que ‘Não estou bem certo se o domínio de uma linguagem afiança uma poética’. Reúne poemas e alguns não-poemas; jamais antipoemas. Ilude sempre. Sinceramente, é muito difícil indicar-lhe o gênero. E isso está longe de ser defeito porque é virtude. Diria – só para não omitir uma classificação – que está embebido de poesia. Cabe a quem recebe as confissões do texto ‘aprender a lidar com o imprevisto’.” Isto é o que se poderia dizer de minha poesia como um todo, Álvaro, desde que acentuando que à medida que avanço na escritura de novos livros se vai cavando mais abismo sob os pés, tanto do autor quanto do leitor. O que temos então em Estudos de Pele – e logo o teremos também em Duas mentiras, livro que será publicado em seguida – é uma intensificação dessa aprendizagem com o imprevisto. Gosto dessa provocação constante do imaginário, de provocar a mim mesmo para que não incorra nunca na cristalização de um discurso.

AAF – No início do livro você escreve que “toda a criação está feita de equívocos, exageros, precárias aproximações da realidade, falsas suspeitas”. Peço que se estenda nesse assunto.

FM – Quando publiquei Cenizas del Sol (Ed. Andrómeda, 2001, Costa Rica), Alfredo Fressia, em resenha na imprensa uruguaia, considerou que “o discurso, como costuma ocorrer na poesia de Martins, parte de um não-saber, a ignorância que precede e provoca as reiteradas perguntas, como em um infinito diálogo interior, para encerrar-se com respostas intuídas por um observador”. Pode-se dizer que também em Estudos de Pele a mesma trama estética está presente, embora com mais complexidade, pois tanto se desdobram e rearticulam as vozes convocadas como se multiplica a natureza do discurso, recorrendo a passagens bíblicas, crônicas policiais, fragmentos autobiográficos, evocações míticas e relatos de possessão. A linguagem poética ganha em astúcia quando acentua o que não anda bem nela mesma.

AAF - O que me parece imensa beleza é ler seu livro como se fosse um romance com começo, meio e fim. Ao mesmo tempo, quero destacar imagens poéticas marcantes, escritas por quem conhece seu ofício de escrever. Você afirma que não houve nenhuma caridade na escritura de seu novo livro. O que significa isso?

FM – A primeira observação diz respeito à estrutura do livro, que se não é propriamente romanesca tampouco se trata de uma simples coletânea de poemas soltos. Todo o livro se encontra montado partindo da idéia de uma polifonia. E aqui cabe recorrer uma vez mais ao que mencionas na pergunta anterior, sobre os exageros e fantasias que neste caso, à diferença de um livro como Dom Quixote, não se concentram na voz única de um narrador, mas sim num caudal de tramas secundárias que acabam conformando aquele “rio onírico”, digamos, evocando a aguda leitura que Milan Kundera faz da poética de Kafka, remetendo-nos a um “longo fôlego da imaginação” que tão bem se descortina na obra do autor de Castelo.

Já em relação à caridade aludida, situemos o contexto em que ela se dá, sempre considerando esse jorro incessante de vozes que ambienta os cenários constitutivos do livro. Isto nos leva à idéia de visitação que menciono no início, lembrando que todas as vozes femininas estão por conta própria, que me procuraram para que eu lhes desse passo a seus depoimentos viscerais. São elas que fazem do autor seus inesgotáveis estudos. As mulheres de Estudos de Pele são um retrato de nossa perda de sensibilidade. É do que nos acusam em todo momento. Tanto recorro a personagens bíblicos, pela notória violência sofrida pela mulher nas tábuas fundamentais do catolicismo, quanto à atualização desses padrões de sofrimento induzido. Estão presentes tanto as discordâncias cotidianas, na maneira de compartilhar a vida, quanto suas perspectivas míticas, as estranhezas manifestas, por vezes místicas. Estas mulheres não têm medo de dizer do que padecem: do abandono completo por parte de uma irracionalidade que assume o comando como sendo a supremacia humana.

AAF - Meu caro Floriano: afinal, a poesia serve para quê?

FM – A rigor, já sabemos a resposta, conhecimento que também não serve para nada, pois a perversão se encontra na pergunta, que pode muito bem ser contestada com outra indagação: por que deveria servir a poesia para alguma coisa? Por aí não chegamos nunca a parte alguma. Já chega de tanta tolice que serve apenas para a pirotecnia de quem exibe malabares como sendo sua razão de ser. A serventia está ligada à idéia de manipulação. O que perdemos, poetas? Perdemos o prazer pela existência, o mergulho intenso no inapropriado, no inesperado, a cumplicidade com o imprevisto, até com o indesejável, e saber tratar disso como quem se dispõe a receber novos ensinamentos, abrir-se ao mundo, sim, Álvaro, abrir-se ao mundo, fugir da manipulação desonesta que separa arte e vida, por exemplo, porque não há mesmo vida sem forma, existência desgovernada em um plano estético. Então a questão não é para que serve a poesia, mas sim para que servimos nós, seres humanos. E para que servimos nós?

AAF - Os poetas de sua região aí em cima do Brasil sofrem de preconceitos especialmente pela região sul do país tropical de tantas alegrias e misérias? Quais são as dificuldades dos poetas dessa região brasileira?

FM – Não vamos acentuar caipirismos e regionalismos. As dificuldades do país não afetam aos poetas mais do que a qualquer outro cidadão. Evidente que as oportunidades de trabalho confluem para o que se chama de eixo Rio-São Paulo, especialmente, no caso dos escritores, no âmbito editorial. Não é diferente em outros países, diferenciados por aspectos como dimensão territorial e condições econômicas e culturais. Trata-se basicamente de uma aposta reincidente, viciada e desgastada de manutenção de um grande centro produtor, centro de referência, barreira que requer um esforço maior para ser dissipada, uma atenção no sentido de não se importar um mesmo modelo, para cada região, digamos, de novo caipirismo. É difícil, porque a grande imprensa comanda o espetáculo e distribui a todos, indiscriminadamente, o mesmo santinho, a mesma carta marcada de seu baralho de futilidades existenciais. Mais difícil ainda porque todos sonham em virar carta marcada.

AAF - Eu particularmente penso que a crítica literária brasileira – honradas algumas raríssimas exceções - já morreu há muito tempo, ficando no seu lugar  um bando que prima pela desonestidade e pela desinformação cultural. O que  você pensa da crítica literária dos jornais brasileiros, especialmente no trecho Rio-São Paulo?

FM – Não te esqueças que as exceções servem apenas para confirmar a regra. Quem se preocupa com a crítica? Evidente que o leitor é um refém dela, um cliente a quem o marketing de venda trata com o mesmo desapreço que qualquer outro consumista. A ausência de reflexão sobre livros e autores em nossa imprensa não denuncia carência de visão crítica, como se o país estivesse momentaneamente desprovido de certa falta de argumentação e acuidade. O dilema central é o do comportamento de nosso intelectual, ou seja, há conivência por toda parte, todos sonham com o apogeu, a glória, buscam – até com incontrolável exasperação – um lugar ao sol, confundindo causa e efeito, sempre. Não se trata, Álvaro, de setorizar a questão. Não há uma crítica regional, pois o que se veicula, a título de crítica – que não passa de um bolsão de resenhas definidas e apanhadas à pressa, além de mal pagas e com atraso – é assinado por gente de qualquer credo ou região. Eu sinto a tua preocupação, quase uma zanga, com o que se passa entre Rio e São Paulo, mas agora mesmo estamos em diálogo aberto em um jornal no Paraná, o que significa expressivamente que é possível buscar algo além do que chamei de caipirismo. O exercício da crítica tem a ver com despojamento, com clara intenção de diálogo, e não com o impositivo. Qual crítica morreu há muito tempo? Dois grandes estilos de crítica ganharam terreno no Brasil: o adjudicatório, onde a vítima paga pelos erros de sua eventual vinculação com o criminoso, seja uma escola literária ou uma mera preferência declarada em entrevista; e o evocatório, que – mais astuto – dispensa explicações. Em resumo: aos amigos da corte, tudo; a seus desafetos, nada. isto é crítica? Chegou a ser algum dia?

AAF - Repetindo para você outra pergunta feita ao Claudio Willer: escrever poesia para quê e para quem? Quem lê poesia no Brasil?

FM – Isto me recorda o Fellini. É como se alguém ao final de um filme – e este filme representasse não apenas a sua vida, mas toda a existência humana – indagasse: mas afinal, para que serviu este filme? E então se poderia refletir que algo se passou de errado, de muito errado com o filme, pois ele não deveria suscitar tal indagação, porque todo o filme havia padecido da pretensão de olhar o mundo por uma outra lente que não fosse a do sentido histórico. E então Fellini, numa entrevista a Giovanni Grazzini, nos dá a chave: “Olho para o cotidiano, enquanto estou vivo. O resto é especulação.”

AAF - Peço que você explique o seu trabalho na poesia de vários países latino-americanos que você vem desenvolvendo há tanto tempo, organizando antologias e eventos, levando a poesia brasileira para fora do país. Por incrível que possa parecer, ainda existem na literatura pessoas como você.

FM – Não sou dado a falsas modéstias, mas tampouco me atrai a idéia de ficar a enumerar feitos. Gostaria que este meu trabalho ao menos provocasse um mal estar, no sentido que houvesse uma atenção para a indagação-chave: por que evitamos o diálogo entre nossas culturas? Por que mesmo escritores, intelectuais, artistas, jamais promoveram a aproximação dessas culturas? Por que os acordos recentes entre países latino-americanos desconsideram a cultura desses povos? Por que reagimos de forma tão apática quando a pauta trata da cultura do país, em contrapartida à maneira efusiva com que saltam de órbita nossos olhinhos quando a única peça em questão no tabuleiro é o umbigo? Evidente que as estratégias do mercado artístico, por exemplo – se pensarmos em cinema ou música – delineiam-se buscando novos clientes, nada mais. Se nos submetemos todos a essa regra básica, tudo está perfeito. E como em um negócio qualquer, se a qualidade do produto foi substituída pela eficácia da apresentação do mesmo, sua retórica, digamos, como esperar da música ou do cinema, que queira voltar a ser arte? Pelo contrário, toda a arte agora quer ser cinema ou música. É uma grande enrascada em que nos metemos, e com a plena conivência dos artistas.

AAF - Peço que você discorra, por favor, sobre seu trabalho de tradutor?

FM – Imaginemos a cena em que um tradutor tenta obsessivamente evitar o original que está a traduzir. A todo custo tenta construir ali um objeto outro, o mais longe possível do original. Este será – segundo pensa – seu grande mérito. A lição – a não ser repetida por ninguém – é de que a tradução quer fazer com que o original desapareça por completo. Porém sua grande perversão consiste no fato de que, mesmo ausentado, ele esteja sempre presente, com sua nova máscara, porque afinal a linguagem se transmite de máscara em máscara. Existem três determinantes estilísticas no trabalho de um tradutor: o estilo comum, o estilo do tradutor e, finalmente, o estilo do autor. É possível reduzir as transgressões de um autor a um mero idioma bem escrito, dialogar intensamente com elas ou destroná-las em nome da hipotética transgressão do tradutor. Teríamos aí os três estágios em que se movimenta a tradução: sufocação, despojamento, presunção. Creio que há apenas uma originalidade na tradução: a de perceber – e jamais será exata essa percepção – o grau de transgressão do que se está a traduzir. O resto é traquinagem, ou crime de lesa linguagem.

AAF - Para concluir, meu caro Floriano, como anda a poesia brasileira atual?

FM – Desconfio que a poesia feita no Brasil sempre levou o que se poderia chamar de uma vida dupla: de um lado a vertente explícita, encorajada pela crítica acadêmica e a mídia, ou seja, sua agradável estação formalista, onde Semana de Arte Moderna e Concretismo, eventos de maior circulação internacional, representam uma mescla de conservadorismo e alheamento em termos de contato com a realidade. Observe-se que manifestos de uma tendência e outra se aproximam na estratégia de não reconhecimento do que está à volta ou atrás. Se o Modernismo simplesmente apaga as pistas que lhe são mais caras, no caso do Concretismo há uma presunção em negar tudo o que lhe antecede. Por outro lado, há a gestão solitária de eclosões que acabam por traçar um mapa mais denso de nossa cartografia poética. Evidente que isto se passa em qualquer parte. Mas por vezes me impressiona a maneira como um ilusório status quo da poesia encanta o que há de mais medíocre, catadores de versos que perseguem uma condição que, a bem da verdade, quem a tem, de fato, se sente incomodado com ela. Os poetas são uns chatos, que sempre alertam para as tolices cometidas pela espécie humana. Como alguém pode sentir prazer em ser poeta? É de uma morbidez impecável. Mas todos querem se sentir poetas. É o lado espetacular da coisa, onde a sensação tem mais importância do que o poema em si. O personagem ganha a parada. O poeta em nossos dias não busca senão tornar-se personagem de si mesmo. Nem precisa escrever versos. É tão simples e ao mesmo tempo todos parecem felizes com a situação: críticos e editores e poetas se felicitam por esse acerto de ocasião. Nas outras artes também se passa o mesmo. O que antes se poderia pensar que era uma fábrica discreta de autores, agora ganha uma logística mais apurada: trata-se de uma fábrica de leitores. Pensemos no cinema, por exemplo, naqueles atores que estão sempre a estragar as cenas porque exibem um patético olhar de quem se sente extasiado com a própria - e suposta, claro – genialidade: Antonio Banderas e Hally Berry são boas lembranças deste caso. Para melhor compreensão, misturemos as artes - já não seria sem tempo. Acabaríamos percebendo que, no geral, uma vez que estamos falando de Brasil, o poeta tornou-se um grande canastrão.  

 

 

 

 

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