Luís Vaz de Camões
La sierra fatigando de contino
La sierra fatigando de contino
los pasos vagarosos voy moviendo,
perdiendo de la vida todo el tino,
de mis suspiros tristes no pudiendo
el alma apartar y el pensamiento
de aquélla por quien yo estoy muriendo;
que aunque la ausencia es grave tormiento,
que te olvide en ello es imposible,
que con amor no puede apartamento.
Veote con espíritu invisible:
en el muy vivo tengo aquel meneo
tan fiero para mí, y tan terrible.
Todo lo más alegre triste veo;
el fresco valle, el monte, la espesura,
la clara fuente enoja aun el deseo.
El día se me vuelve en noche escura:
no puede amanecer de dó ausente
tus claros ojos son, de tu hermosura.
Permite ya, Señora, que presente
dó quiera que tu luz es detenida
sean el alma y vida juntamente.
Em tu servicio allí prompta la vida
porné en alma sola en contemplarte,
aunque me seas siempre endurecida.
El mal que haces dulce en toda parte
sabroso es; el tormiento, yo lo quiero,
pues es tu voluntad no ablandarte.
Que cuando una hora venga, que no espero,
piedosa y blanda más que las pasadas,
y me quieras oír, viendo que muero;
las tristes no seran de mi dejadas,
que no sabré vivir sin el estado
de penas, tanto tiempo ya provadas.
Hablo como furioso y transportado;
pido lo que me es más enojoso,
holgando de me ver tan olvidado.
Quien fatigado es, no dá reposo:
que sufras con paciencia te conviene,
las quejas del que a sí se es odioso.
Al tiempo que bolando ya más viene
mis desusadas vozes encomienda,
que así la triste voz en ti detiene.
La fuerza del dolor ninguna emienda
puede tomar em mí, que satisfaga,
lo menos que la queja em mí te ofienda.
Incurable parece una llaga,
y lo es, que reciba de tu mano.
No quiera Amor que yo jamás deshaga
su voluntad en esto, que es en vano.
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