Luís Vaz de Camões
De peña em peña muevo las pasadas
De peña em peña muevo las pasadas;
la tristisima voz al aire dando,
voy cantando mis quejas desusadas.
Incierto en el camino que, pisando
de un monte esquivo al otro, me encamina;
en medio del estoy en tí pensando,
o rigoroso paso, y cuan indigna
el alma veo aquí de sola una hora
poder en tí pensar cosa tan digna.
Si el alma aun no es merecedora
purisima y perfecta, y que me puede
de esperanza quedar en tí, Señora?
Mas que puedo querer, Fortuna ruede,
elevando-me de un triste en otro estado?
Y si es tu voluntad un bien no quede.
En mí no vive ya, es transformado
en tí, el triste espíritu, que tenía
de tí sola se quiere ver mirado.
Que aunque en fatigas pase noche y día
de tu mano se viesse, o en paso estrecho,
la firme voluntad no mudaría.
Y si por realeza un blando pecho,
que tanto tiempo fue endurecido
quisiese ya mostrar un nuevo hecho,
adó me llegaría aquel sonido
de tu nueva mudanza, y mi ventura!
Al eco, al valle, al monte empedernido
dó no se cantaría tu blandura.
En que región estraña, o nueva parte
quedara por loar a tu hermosura!
Quien no pusiera estudio, ingenio y arte
y cuando todo nó mucho dijera
mostrando que cupiera en tí ablandarte?
Que roble, que león, que tigre huviera,
que áspera montaña intratada,
que mis mudadas vozes no oyera?
Mas no quiere Amor que la usada
queja, en estas sierras esparcida,
de tanto tiempo ya sea dejada.
Ni tu querrás que yo deje la vida,
para me dar tormiento aun más fiero,
ni con tan luenga usanza interrumpida.
Cada hora más áspera te espero;
que vengas pido, el mal sea más duro;
que el que puedo sufrir ya no lo quiero.
Pruevase este amor perfecto y puro
en fatigas mayores, en crudeza;
cuanto fuere mayor, es más seguro.
Excedas en las fieras en dureza.
Cuando se ha visto, en esta pura y rara
gracia, del duro monte la aspereza?
De los bienes que puedes dar, avara,
al que puedes dar vida y por tí pena,
pues niegas lo que el mundo no pensara,
hace en tu voluntad, como ella ordena.
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