As
carnaubeiras de Catuana
Soares
Feitosa |
El
Ausente
Octavio
Paz |
Quem falou
em ausente?
Àquele
que se fizer ausente lhe recaia
a maldição
dos alhures,
a mancha
dos distantes,
e sob um
silêncio,
todo silêncio
é frágil. |
Dios insaciable
que mi insomnio alimenta;
Dios
sediento que refrescas tu eterna sed en mis lágrimas,
Dios
vacío que golpeas mi pecho con un puño de piedra, con un
puño de humo,
Dios
que me deshabitas,
Dios
desierto, peña que mi súplica baña,
Dios
que al silencio del hombre que pregunta contestas com un silencio más
grande,
Dios
hueco, Dios de nada, mi Dios:
sangre,
tu sangre, la sangre, me guía.
La
sangre de la tierra,
la
de los animales y la del vegetal somnoliento,
la
sangre petrificada de los minerales
y
la del fuego que dormita en la tierra,
tu
sangre,
la
del vino frenético que canta en primavera,
Dios
esbelto y solar,
Dios
de ressurrección,
estrella
hiriente,
insomne
flauta que alza su dulce llama entre sombras caídas,
oh
Dios que en las fiestas convocas a las mujeres delirantes
y
haces girar sus vientres planetarios y sus nalgas salvajes,
los
pechos inmóviles y eléctricos,
atravesando
el universo enloquecido y desnudo
y
la sedienta extensión de la noche desplomada.
Sangre,
sangre
que todavía te mancha con resplandores bárbaros,
la
sangre derramada en la noche del sacrificio,
la
de los inocentes y la de los impíos,
la
de tus enemigos y la de tus justos,
la
sangre tuya, la de tu sacrificio.
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I
I
Por ti asciendo,
desciendo,
a
través de mi estirpe,
hasta
el pozo del polvo
donde
mi semen se deshace en otros,
más
antíguos, sin nombre,
ciegos
ríos por llanos de ceniza.
Te
he buscado, te busco,
en
la árida vigilia, escarabajo
de
la razón giratoria:
en
los sueños henchidos de presagios equívocos
y
en los torrentes negros que el delirio desata:
el
pensamiento es una espada
que
ilumina y destruye
y
luego del relámpago no hay nada
sino
un correr por el sinfín
y
encontrarse uno mismo frente al muro.
Te
he buscado, te busco,
en
la cólera pura de los desesperados,
allí
donde los hombres se juntan para morir sin ti,
entre
una maldición y una flor degollada.
No,
no estabas en ese rostro roto en mil rostros iguales.
e
he buscado, te busco,
entre
los restos de la noche en ruinas,
en
los despojos de la luz que deserta,
en
el niño mendigo que sueña en el asfalto con arena e olas,
junto
a perros nocturnos,
rostros
de niebla y cuchillada
y
desiertas pisadas de tacones sonámbulos.
En
mí te busco: ¿eres
mi
rostro en el momento de borrarse,
mi
nombre que, al decirlo, se dispersa,
eres
mi desvanecimiento?
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I
I I
Viva palabra
obscura,
palabra
del principio,
principio
sin palabra,
piedra
y piedra, sequía,
verdor
súbito,
fuego
que no se acaba,
agua
que brilla en una cueva:
no
existes, pero vives,
en
nuestra angustia habitas,
en
el fondo vacío del instante
—
oh aburrimiento —,
en
el trabajo y el sudor, su fruto,
en
el sueño que engendra y el muro que prohibe.
Dios
vacío, Dios sordo, Dios mío,
lágrima
nuestra, blasfemia,
palabra
y silencio del hombre,
signo
del llanto, cifra de sangre,
forma
terrible de la nada,
araña
del miedo,
reverso
del tiempo,
gracia
del mundo, secreto indecible,
muestra
tu faz que aniquila,
que
al polvo voy, al fuego impuro.
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Faz-se
necessário seja noite,
e necessariamente
escura,
mais uma
ponta de solidão e a viagem
e, num
dado ponto, como se fosse,
e é,
deve ser,
tem que ser, uma aurora boreal:
as carnaubeiras
de Catuana contra
um pano
de fundo, um horizonte em disparada,
o clarão
da cidade, a febre de chegar.
Nada sei
dessas auroras, bóreas — cumpre-me
falar de
coisas
jamais
entendidas.
Venho dos
longes, coração, tu bem o sabes.
E falo de coisas
aos padecentes do silêncio,
essa mancha
glacial,
em nome
de quê... —,
tu bem
o sabes, Octavio, todos os judeus,
Joshua
incluso, teus negros,
teus índios,
teus ilhéus — quem falou por eles?!
E lhes
explico a todos:
como se
fosse um ostensório
—
era ali, amor, em amor adolescente te pedia em perdição —
agora,
a copa destas árvores, palmas
perfeitamente
círculos e o brilho
contra
ti, noite, de um horizonte geo,
tão
longínquo e já tão próximo, e uma delas,
a árvore-palma,
me salta, a carnaubeira,
à
beira da estrada, dentro da estrada, bem no meio
da estrada,
mera ilusão das curvas,
— ah, Senhor
Engenheiro, mais uma vez me ilude o Teu traço reto —
porque
as curvas, todas são perdições minhas,
desvios
meus, jamais chegados.
Suave como
um entardecer, houvera
o ostensório
do Christo, à benção
— agora
me ergue esta carnaubeira, salteadora de solidões —
na cidadezinha
donde me sou, rituais
inteiramente
sumidos desta linguagem nova
e todos
os espinhos
— as carnaubeiras de
Catuana?
Elas ficaram!
Um tempo,
agora
como se um trem de carga
contra a noite erma,
velozmente erma,
e noite.
— ¡¿Don Octavio Paz!?
— ¡Presente!
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Rodovia Catuana-Fortaleza, CE,
noite alta, 19.04.1998, à
notícia (rádio) da viagem de Octavio.
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